martes, 22 de marzo de 2011

Relación de equidad y rol de género en preescolar

Los primeros años de vida ejercen una influencia determinante en el desarrollo social y personal de los niños y las niñas, donde atraviesan del contexto familiar a un contexto social (la escuela) donde existe mayor pluralidad y espacio vinculándose así con nuevas exigencias, requiriendo mayor grado de  autonomía, participación, reconocimiento y respeto por los demás.
 La educación preescolar, da muestra de una amplia variedad de prácticas educativas donde vincular los intereses de los niños al proceso educativo no es una situación sencilla e inmediata. Es importante reflexionar y valorar qué es necesario considerar sobre los intereses de los niños como plataforma para incitarlos a ser autónomos y mediadores en su aprendizaje. Construyendo espacios de socialización, de igualdad de derechos, donde se propicie la equidad y donde los niños reconozcan y comprendan las capacidades de sus compañeros, que todos tienen distintos puntos de vista, creencias y también que existen responsabilidades que deben asumir.

En este sentido, la equidad de género representa el derecho que tienen las personas de desarrollar sus capacidades, de acceder a la igualdad de oportunidades de participación en los diversos ámbitos de la vida social independientemente de sus características biológicas.

La sociedad estructura y construye su cultura alrededor de las diferencias biológicas de las personas, atribuyendo características  a las acciones que se deben desempeñar, porque es como lo plantea la sociedad.

Estas acciones se llevan a cabo a partir de lo que se denomina roles de género, definidos como los estereotipos derivados de la cultura, que inician desde el nacimiento y es desde la familia donde se realiza esta “separación” genérica por el sexo al que se pertenece. Al darse a conocer el sexo de un bebé, los familiares y  la sociedad designan características; que no son conscientes ya que no se pueden rechazar o aceptar individualmente, sino que surgen del entorno colectivo, de la idiosincrasia de las familias y de aquellos ámbitos en los que se participe. Si es niña, utilizará ropa en tonos rosas, será dulce, delicada, bonita, tierna y desde niñas se establece el rol que deberá desempeñar al enseñarle a jugar a la comidita, a ser mamá con todo y sus actividades domésticas. Si es niño, el tono azul es su sello, será fuerte, valiente y sin generalizar, a no mostrar sus sentimientos “no llores, eso es cosa de niñas”.   Estos atributos son el resultado de los dogmas sociales.  

Sin embargo, “el sexo no es sino uno de los referentes que constituyen la diferencias genérica. La cultura, el universo simbólico, la vida social, es lo que construye, a través del tiempo, la diferencia genérica”[1]  El contexto familiar, es un claro ejemplo de la frecuencia que muestran los adultos sobre los roles de género a partir de los estereotipos y prejuicios que son transmitidos de generación en generación.  Es aquí donde se inicia la construcción de la identidad, el desarrollo afectivo y de socialización de los niños y donde de manifiestan con mayor fuerza los roles que se desempeñan en la familia al evocarse en el aula. Es este contexto áulico en donde se ostentan diferencias entre los niños (influenciadas por los roles de género) en las relaciones interpersonales, en las formas de trabajo,  en la participación e incluso en el juego.
 La familia constituye el espacio primario para la socialización de sus miembros, siendo el primer contexto donde se lleva a cabo la transmisión de las normas y valores que gobiernan a las personas y a la sociedad como un todo.

De esta forma, la familia estimula el sistema de diferenciación de valores y normas entre los niños y las niñas,  derivando la identidad como el rol de género que corresponden a cada persona. “El género resulta entonces el proceso de producción de normas culturales sobre el comportamiento de hombre y mujeres en su interacción con las instituciones culturales, sociales, políticas y religiosas”[2] Las reglas sociales van estableciendo las expectativas relacionadas con los roles que las personas deben asumir. Igualmente, la idea que se tiene sobre el rol de padre, madre, esposa o esposo, está condicionada en gran medida por la sociedad de la cual somos resultado.

Estas ideologías son adaptadas también por los niños y las niñas que crecen en este tipo de familias y es el las niñas donde se denota aún más esta situación del rol de género. En la transición del contexto familiar al contexto escolar, los niños reproducen estos roles, afectando así su desarrollo personal y social; como parte de la educación preescolar es, un proceso de transición gradual de patrones culturales de un nuevo contexto social, que puede expresar la cultura del hogar, en  donde la relación de los niños con sus compañeros juega un papel central en la comunicación, el apoyo y la búsqueda de solución de conflictos. 

En la edad preescolar los niños y las niñas logran un proceso que refleja el entendimiento de sí mismos y una conciencia social. Pero muchas  veces es el rol de género el que ocasiona rupturas dentro de la convivencia, el juego y el trabajo al adoptarse conductas en las que por ser niño no puedes jugar a la casita o por el hecho de ser niña no puedes jugar fútbol.

La problemática de la asignación de un rol de género a hombres y a mujeres va más allá de una significación social vista de manera abstracta, ya que interfiere de manera palpable y ostensible en la vida cotidiana, en las pautas de interrelación familiar y en la dinámica interna de la familia, afectando, en muchas ocasiones su funcionamiento y sobre la base de ello, a la salud familiar.

Incluso, esta designación de roles de género se detectan también desde el marketing, los juguetes no son los mismos para los niños que para las niñas, pero tampoco tendrían porque identificar a que si pueden jugar o a que no,  o con que tipo de juguetes. Los mensajes que difunden los medios de comunicación, como la televisión, propaga confusión entre los niños y las niñas, en cuanto a lo que pueden hacer o no, principalmente en niños que aún no saben leer y escribir ya que todo se interpreta a través de la imagen. Los niños pueden crecen en un universo del telever y “ se convierten en video-niños, es decir, el niño que a crecido frente al televisor  camino a su etapa de video-adultos, siempre dependientes de la imagen, con una “videologia” que no les permite entender, lo que los lleva a expresarse en un lenguaje poco sustancial”[3]. La televisión se ha establecido en el medio de comunicación masivo y dominante y es admitido que este poderoso medio audiovisual ejerce una considerable influencia sobre la estructura familiar, superior a la de cualquier otra innovación tecnológica, como lo es la radio o el teléfono.

Todas estas transformaciones sociales que, indiscutiblemente han generado cambios en los valores y patrones asignados genéricamente, y por tanto presuponen también cambios en las pautas de relación interna familiar, están avaladas por legislaciones sociales como el Código de la familia y el Código de la niñez y la juventud, lo cual contribuye a que nuestra sociedad se vaya perfilando cada vez más hacia un equilibrio y flexibilidad adecuados en cuanto al rol de género que favorezca la armonía y la salud familiar.


[1] RAMOS, Carmen. « ¿género?», Debate Feminista, octubre de 1999, p. 138
[2] Ibidem, p. 137
[3]  SARTORI, Giovanni. Homo videns. La sociedad teledirigida. Edit. Taurus,  p. 42